Julio [Carlos] Ayala

La historia trinitaria del siglo XIX recoge grandes personajes, unos ilustres y otros sanguinarios, entre este último grupo de criminales que mancharon el buen nombre de la villa se encuentra Julio Ayala, un sanguinario asesino de niños, a los cuales robaba para extraer su sangre en un grito bárbaro y sangriento que lleno de terror y pesadillas las noches trinitarias durante algún tiempo.

Narran los conocedores que Julio Ayala le arrancaba a los niños el corazón vivos aún y se los ofrecía palpitantes a las divinidades de la cosmogonía africana. Luego de tan salvaje acto, comerciaba con la sangre de sus víctimas. El horrible brujo se ocultaba en una oscura y profunda cueva de la Popa, cerro famoso en cuya falda está construida la parte vieja de la ciudad trinitaria. Allí llevaba las inocentes criaturas y allí las sacrificaba brutalmente.

Captura

El último acto del Barba Azul trinitario se produjo en el mes de julio de 1879, en su propia guarida. En el lugar se encontró el cuerpo de una niña, además de una cama, un cepo y diversos objetos del sangriento culto. En su vida corriente, Ayala era corneta de bomberos. Cuando fue arrestado dijo que era inocente y acusó a su padre de los crímenes que se le imputaban, pero nadie le creyó.

Sin duda, tenía amigos influyentes a quienes preocupaba que el repugnante infanticida pudiera confesar y descubrir a los que, de cierto modo, habían sido sus cómplices. Fueron éstos, al parecer, los que enviaron a Ayala, estando en la cárcel, alimentos y píldoras envenenadas con el evidente designio de provocar su muerte para evitar comprometedoras revelaciones.

Juicio y sentencia

El juicio contra el Barba Azul trinitario, que duró casi dos años, atrajo la atención de todo el país. Defendía al asesino un distinguido abogado de Trinidad, el doctor Manuel Cantero, hecho que puede parecer inusitado, ya que los crímenes del infame Ayala no tenían defensa posible. Pero ya hemos dicho que el infanticida contaba con amigos poderosos.

Nada valieron, sin embargo, ni los argumentos del doctor Cantero ni las recomendaciones de los misteriosos personajes que trataban de proteger a Ayala. Este fue condenado a muerte y ahorcado el 16 de febrero de 1882. El día 15 fue metido en bartolina, celda de la cárcel de Trinidad.

Cuando conoció la sentencia, el asesino tuvo un acceso de furia. Al parecer no esperaba el merecido castigo. Gritó, blasfemó, amenazó. Dentro de la bartolina era una fiera revolviéndose enfurecida en su jaula. Golpeó a los sacerdotes que se le acercaron para darle los auxilios espirituales. En el trayecto hasta el patíbulo iba comiendo queso y a intervalos rezaba, ora en castellano ora en congo, o prorrumpía en terribles alaridos que ponían espanto en los que presenciaban el paso del infame cortejo. Así se puso fin a la existencia del Barba Azul trinitario.

Por esas cosas de la vida, la cueva que una vez fue su centro de terror, hoy es la Discoteca Ayala, lugar de diversión en las madrugadas trinitarias.

Gervasio G. Ruíz: “Historias y Leyendas de Trinidad: Dos Bandidos Trinitarios.” La Habana: Revista Carteles. Década de 1950.

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